Me dispongo a poner orden a los ojos y el pensamiento mientras desordeno la casa

Quiero leer Lxs Máculas de María Agustina Miñones (Azogue, 2022). Me dispongo a poner orden a los ojos y el pensamiento mientras desordeno la casa.


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Empecemos por el libro. En cuanto entro a Lxs Máculas, recuerdo otros textos de las propuestas editoriales de Lucas que eran ya en sí mismo algo infantiles. Pienso en El mandadito de Malcon D'Stefano, en serie directa en el catálogo de Azogue a esta nueva publicación, donde las imágenes superpoblaban un poema... O también en Tortas y ventanas, de Parientes editora, que siempre me pareció, y así lo hicimos con los gurises en taller, un libro para colorear, de dibujitos, como los que a veces venden en los kioskos de revistas o el supermercado. 

Desde las imágenes de pre-venta, Lxs Máculas parecía un libro infantil. Está la tipografía elegida, más desprolija y menos seria que en otros libros del catálogo, que va desde la tapa hacia el interior permitiendo la aparición de párrafos serenos acompañados de imágenes junto a las que dialoga. Esas imágenes, como aprendimos en la lectura de los libros-álbum que pueblan la literatura infanto-juvenil, son necesarias al avance de la trama y la poética misma del sentido. De hecho, es desde ellas que podemos saber algo más acerca de lxs máculas, que no tienen género, rostro o explicación, pero sí forma. Lxs máculas son, en cuánto aparecen criaturas apresables al ojo como una palabra al pensamiento. Tal como los odos de Graciela Montes, los monigotes vivientes de Laura Devetach o el menino de Isol.

Entonces, al transitar el libro nos encontramos con las operaciones clásicas del libro-álbum. Hay construcción de la sorpresa, estallido de las imágenes en una página doble, en este caso dedicada a la mancha negra, acumulación, adivinanzas y guiños. La cita a Cartas al rey de la cabina de Luis María Pescetti usada como epígrafe inscribe al libro-álbum en una tradición con claridad.

Lxs máculas cumple así su promesa de literatura infantil mientras lo leemos. Y esto es un elogio, claro, pues también vuelve a aportarnos las preguntas y ficciones que con extrañeza y originalidad ese campo ha construido en la literatura argentina. 

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Vamos al cuento. Si la historia cuenta la aparición y convivencia con unas criaturas inexplicables una tarde mientras se dibuja, lo que la autora hace es rodear esa aparición de cotidianidad y familiaridad. La chica que dibuja no se sienta una tarde a dibujar, sino que además lo hace al día siguiente. 

Por un lado, los gestos son medidos: los lápices se guardan luego de dibujar, la tinta se tapa al terminar, la mesa se levanta después de comer. Las personas incluso tienen tiempo, y duermen dos veces en un mismo cuento, por la noche y a la siesta. 

Por otro, el mundo de lxs máculas está hecho de interiores, con desplazamientos posibles dentro de una misma casa. Las personas que transitan ese hogar también son de interior, es decir familiares, en este caso una madre con la que aparentemente convive, y un sobrino que visita a la artista. Hijo no hay, sí una gata, y el hermanx no aparece, sino que vuelve a casa a través de su hijo, el sobrino.

Rutina, interior y parentesco están allí para que lxs máculas, con su porte alucinatorio, contrasten con mayor nitidez, pero también para que la continuidad dada a su presencia nos resulte más irónica, chistosa o feliz. El término más exacto es feliz, porque en su enunciación del final feliz, lxs máculas devuelven serenidad y sensatez a donde nunca parecen haber faltado.

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Así, al salir de estas máculas, limpio de intranquilidades, me pregunto dónde estarán todavía estos días repetitivos, hechos de costumbres más enraizadas en que la artista puede dibujar y no inmmutarse por las alucinaciones prohijadas de la tinta. Los relatos oídos estos últimos años entre nuestras amigas artistas, en nuestros trabajos y y en la creación misma también hacen de nítido contraste a la aparición de lxs máculas. En esas otras historias, la angustia, el malestar, los síntomas y las terapéuticas ocupan un sitio, más o menos grande según el relato. Sin embargo aquí, no ocupan ninguno. La angustia queda para otro momento, pues dentro del cuento, por suerte, no hay tiempo. La artista y su pasado, en cambio, se van a dormir la siesta: 

"Almorzamos con mamá y aunque ella también lxs vio, ninguna intentó explicar mucho nada. La incertidumbre nos angustiaría en otro momento, pero comimos tarde y pesado y decidimos que iríamos a dormir la siesta".


Reseña de Memory of a bird

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